En un momento en que todos los conventos cierran, María Rivier va a abrir el suyo. El 21 de noviembre de 1796, fiesta de la Presentación de María en el Templo, María y sus cuatro compañeras se consagraron a Dios. La nueva comunidad que vive en la indigencia más completa, a pesar de ello, no tarda en multiplicarse. Para María Rivier y sus hijas, la educación cristiana de la juventud es y será siempre una prioridad. Sin embargo, la educación de la fe se extiende también a los adultos. Los pobres son sus preferidos.
A María Rivier nada la frena en su ardor apostólico, se expresa con una claridad, una energía, un fervor que van directos al corazón. Una fuerza interior la sostiene y la lleva a exclamar: “Me gustaría tener mil cuerpos para poder ir a trabajar y dar a conocer a Cristo.” “Sed un evangelio abierto donde se pueda leer a Jesucristo.” A su muerte el 3 de febrero de 1838, ese apóstol de ardiente corazón había fundado 141 casas y recibido más de 350 hermanas para continuar su obra.
María Rivier, profeta de nuestro tiempo, fue beatificada en Roma por el Papa Juan Pablo II el 23 de mayo de 1982. Hoy sus hijas se encuentran en 20 países del mundo.
En la vida de Santa María Rivier siempre existieron cruces desde las físicas: enfermedades, minusvalías, hasta otras espirituales (tiempos de persecuciones a órdenes religiosas, divisiones, etc.) pero ella todas esas cruces las afrontó con confianza, con la fe y esperanza de una digna hija de Dios. Este ejemplo de enfrentar el sufrimiento tanto físico como espiritual debe ser modelo tanto para los religiosos como para los laicos.
La congregación ha publicado un libro titulado “Todo por amor”, para conmemorar el aniversario de la Fundación.
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